miércoles, 25 de febrero de 2009

Cuestión de piel, y nariz.

Link.

MI REPENTINA desaparición de estas páginas ha tenido como motivo un feliz y fugaz retorno a la casa de mis padres.

Probablemente estos viajes tengan más de ir al interior que al exterior. O por lo menos para mí. Volver a la patria, al abrazo maternal.

A la cocina de la infancia, a los aromas y los sabores que casi no notamos, porque los llevamos adentro. Se nos van impregnado en la piel y en el alma.

A eso olemos: a la patria. A los condimentos que usan las mujeres y hombres que cocinan en donde comemos.

Una vez, trabajando en un restaurante, una compañera musulmana proveniente de Senegal me cuenta que así como nosotros muchas veces decimos que las otras razas huelen distinto, ellos piensan lo mismo de nosotros.

Creen que olemos diferente. No hablamos de sudor, sino del olor natural de cada piel. Ese olor que no es ni más ni menos que la profunda alquimia de todo cuanto nos llevamos a la boca.

Me gusta tratar de identificar el aroma de la piel de las personas y, cual Sherlock, pensar qué comen.

Sería divertido, aunque un poco estereotipado, creer que los argentinos olemos a parrillada, a ahumados, por las brasas donde se cuecen los asados familiares. Que los españoles huelen a paella y los italianos a pasta.

De esto no sabemos cuánto es cierto, pero lo real es que una persona de olfato adiestrado puede descubrir y discernir entre miles de aromas. Es un ejercicio válido para quien sueña con aventurarse en los misterios de la cocina.

Antes que nada, debe saber que este entrenamiento no es apto para alérgicos. Acérquese a un mercado. Para empezar identifique una especie con su olor y su nombre. Trate de grabarlo en la memoria, si puede, e intuye que le gustará, compre una pequeña cantidad.

Pregunte al vendedor cuál es el uso y si se da maña, entre a la cocina. Pruebe y huela. La experiencia vivida con esa especie quedará fundida en la memoria. Imagínese cuando repita esta misma operación con 20 especias.

Una de mis favoritas es el cardamomo, es una semilla que me enamoró la primera vez que la olí. A mí me tentó a usarla en postres, natillas y flanes, aunque también se utiliza en platos salados. Esta especia debe infusionarse en un líquido y luego quitarse, así desprenderá su sabor.

Dicen los científicos que hasta el cáncer puede diagnosticarse por el olfato, imagínese cuánto pueden enseñarnos nuestras narices.

www.diazaraujo.blogspot.com