viernes, 5 de septiembre de 2008

La última cena


ROSARIO DÍAZ ARAUJO GASTRÓNOMA


COMO MI ALMA me guía ando siempre buscando, probando y recreando platos y recetas. En esas andaba, pensando. Y me preguntaba qué comeríamos hoy, si nos enteráramos de que mañana esta existencia liviana, gozosa y frugal se terminara.

¿Qué cenaríamos? ¿Qué pedirá para comer un condenado a muerte? Con qué manjares se deleita un ser humano que sabe con exactitud la fecha de caducidad de su propia vida.

Habiendo tantos platos maravillosos en el recetario mundial, cuál sería el rey supremo de todos nuestros sabores. Cuál es ese plato que grabamos a fuego en el corazón y que definitivamente nos devoraríamos con una mezcla de angustia y regocijo. Sería quizás algún sabor de la infancia, austero pero cargado de sentimientos, o un bacanal extravagante.

Tarea difícil y exhausta la mía: pensar qué cenaría hoy si mañana fuese a morir.

En medio de esta faena me decido a investigar vía web, y allí descubro una lista donde figuran los pedidos de comida que hacen los condenados a muerte en una prisión de EEUU.

Se asombraría de la cantidad de fritanga, chatarra y papas fritas que suplica esta gente en su último bocado, ni un solo gourmet. Extraña casualidad o conexión entre la comida y la delincuencia.

Y buscando también encuentro lo que comerían algunos de los mejores cocineros del mundo, ahí la cosa sube bastante de nivel hasta alcanzar lujos extraños, raros y, por supuesto, carísimos.

Ahora, alguno de nosotros, más bien gourmets de andar por casa, ¿qué serviríamos? Yo creo que en la mía transcurriría en algún lugar que todavía no conozco, pero que seguramente será maravilloso. Logrará reunir, cual Aleph, los mejores paisajes del mundo.

En esa mesa estarían mis padres, mis hermanos, mis amigos y mi amor. Cocinaría yo misma bocados sencillos pero apasionados.

Almejas, almogrote, chivo al horno de barro, batatas asadas con mojo picón, algo de pescado crudo, y un buen asado; ése no lo haría yo, sino alguno de mis hermanos. Beberíamos vinos de todos colores, brindaríamos con champán o cava.

Algunos licores para extender la sobremesa y creo que incluso fumaríamos unos habanos. Nos reiríamos hasta las lágrimas.

Todo esto debería tener una condición sine qua non: que nos reuniéramos la semana siguiente para mil últimas cenas.

Y la suya, ¿cómo sería?


4 comentarios:

Pachu dijo...

Ro, perdí tu mail, mandame uno asi te digo algo

Anónimo dijo...

Me encantaría una cena hecha con pequeños bocados. Cuanto arte hay en los pintxos, en los canapés, en esas novedades presentadas en cucharitas, en vasos de chupito... y como soy una ignorante en lo que a vinos se refiere, regarlo todo con alguno de los caldos baratos pero exquisitos para mi paladar.

Aereal dijo...

estoy rodeado de gente que hace culto por la comida.
yo soy simple, puedo comer cualquier cosa, pero tanto entrenamiento y compañia han elevado el listón, como vos decís.

si tuviera que pedir mi última cena, creo que pediría gancho y haría un almuerzo y una cena.

En el almuerzo los ñoquis de mi vieja. Ella, desde 1972 cuando se casó, nunca dejó pasar un 29 (o 28 en los biciestos) sin hacer ñoquis para la familia. hay lista de espera y todos llaman para saber si serán invitados en la próxima edición.
Ñoquis con carnes y salsa roja acompañando, sin parmesano y vino tinto. Un Eral Bravo Malbec o, Tomero también puede ser.

A la noche, que cocine Leti, como tantas otras veces. en ese caso, la elección es de ella.

Cuando voy al restaurant, no pido la carta, se la paso y elije algo para mi y algo para ella.

siempre termino queriendo lo que ella pidió, pero entrecruzamos unos unos tenedores y probamos todo.

creo que así seria, como casi siempre, dispuesto a lo que ofrezcan.

No Champan, No Cava para mi. Y si, confiezo, en la tarde despues de los ñoquis y bastante antes de la cena, pasaría por Aruca´s y me comería un pancho completo, sin mayonesa y una insuperable coca-cola en botella de vidrio bien fría.

que tul?

paulitomayor dijo...

Reviviría por un día a mi grande, grande en serio, abuela Conce. Le pediría su genial empanada gallega, con presas enteras de pollo. Luego uno capeletis con "su" salsa caruso. Y para terminar los bifachos de filé con cebolla y pimiento. De postre, le daría un gran beso en la mejilla.